martes, 22 de abril de 2014

Una historia de viejitos

…Lo conocí en la capilla del centro de reinserción social, de esos casos extraños que a nadie le importan, era un hombre mayor, mas de 70 años, que venía del interior del estado, casi todas las tarde iba hacer el rosario de la misericordia, llego por posesión de marihuana y con una historia que si no lo justifica, explica perfectamente sus acciones.

A pesar de su edad y su condición bastante disminuida, le daba trabajo caminar y casi no veía por el glaucoma diabético, tenía una claridad en el pensar y una manera singular de hablar, lo hacía muy fuerte y salpicado de palabras altisonantes entre maya y español. Un maestro muy querido de la facultad, recuerdo que nos decía que los psicólogos no juzgamos ni moralizamos, escuchamos, comprendemos y explicamos las conductas de las personas, así que siguiendo este precepto escolar, yo lo escuchaba, intentando leer entre líneas su sabiduría, esa sabiduría particular y única que cada ser humano tiene.

Una tarde de Abril, había mucho calor y como ya era costumbre me lo encontré saliendo de la capilla después del rosario, cargaba un gran pedazo de sandia que su esposa le había traído en la mañana. – ¡Ese psicólogo, quieres comer un chan pedazo de sandilla!- me dijo casi gritando y obligándome a voltear a verlo, -claro “Don Chilib”- que esa era su apodo aquí, así le decían por lo frágil de su aspecto, me acerque y lo ayude a sentarse sobre una piedra bajo la sombra del tamarindo, me senté junto a él y me compartió de su sandia, -Mi viejita me la trajo, esa señora ha estado conmigo casi 56 años al pie del cañón y no se me dobla, me la “ham” robe cuando tenía 16 años- Me dijo con orgullo, mostrándome una sonrisa grande y desnuda por la falta de dientes.

Por una sana curiosidad no pude evitar preguntar, -“Don Chilib” ¿cree en los amores para siempre?, ¿en las parejas que permanecen juntas una vida?- él se quedo viendo el suelo, con un palito hurgaba la tierra, completamente abstraído, en algún momento pensé que no me había escuchado, estaba a punto de preguntarle de nuevo, cuando levanto la vista y me dijo –los hombres somos tan tontos (en realidad uso otra expresión menos literaria, que por razones obvias no puedo escribir aquí), nunca nos damos cuenta de lo que tenemos en casa, no entendemos que es la lealtad y la fidelidad, no alcanzamos a comprender que es eso del amor eterno y todas esas cosas que me dijiste, si mi matrimonio ha aguantado tanto tiempo ha sido gracias a mi “viejita”, ella es la responsable y la que se lleva el crédito, en estos 56 años que hemos estado juntos, he hecho cualquier cantidad de tonterías, he sido infiel y borracho, jugador y mal hablado, eso sí, nunca le he levantado la mano, antes me la cortaría, cuando llego muy tomado a mi casa, a veces ni me acuerdo, solo siento que me está quitando los zapatos y me acuesta en mi hamaca- hizo una pausa y volvió a agarrar su pedazo de sandia y la comenzó a morder de lado, con los tres únicos dientes que le quedaban. –Mira ahora al final de nuestras vidas, hace tres años que “caí” y ella me viene a visitar desde el pueblo cada semana-. Termino con los ojos húmedos, era un tipo rudo, pero cuando hablaba de su “viejita” se quebraba.

Desde que me conto esta historia hace ya casi tres meses, comencé a estar atento cuando los veía juntos, caminaban los dos de la mano, ella siempre de mestiza y el ponía sus alpargatas, único símbolo que aún le quedaba de la virilidad de sus mejores años.

La llevaba hasta la rampa y ahí, se despedían el bajaba la cabeza y ella le daba la bendición y le besaba la frente.

Hace dos semanas le vinieron a avisar por unos de sus hijos que la “viejita” había fallecido, desde entonces se le veía deambulando triste y solitario, el martes pasado después de unos complejos trámites jurídicos, se autorizo que a Don Herculano May y May, se le trasladara a sus 81 años a prisión domiciliaria a su pueblo de origen.

Alcance a despedirme de él, antes de que un despliegue de 12 policías encapuchados y fuertemente armados los llevaran custodiado, -Que te vaya bien “Don Chilib”, cuídate mucho. –Gracias, me voy más cerca de mi viejita, contesto con voz apagada y a pedirle a Dios con mucha fe, que me pronto me lleve para poderla ver de nuevo, necesito tanto su bendición y su beso aquí, me dijo alejándose y señalando su frente. Los custodios le pasaron la mano, aunque realmente era él quien se agarraba de ellos, porque casi no veía y caminaba despacito.



Mientras se perdía en el pasillo que lleva a la salida, pensaba, la tremenda responsabilidad que tienen las mujeres de sostener sus familias y matrimonios, ante las torpezas que muchos hombres cometemos sin saberlo y que tarde nos damos cuenta de la falta que nos hacen… Ironías de la vida.

2 comentarios:

  1. Siempre es bueno conocer de estas historias, que a decir verdad, cada vez son menos las que se cuentan día a día.

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    1. Así es mi estimado Anónimo, ese es el objetivo de nuestro blog. Dar a conocer estas historias que se dan a veces en los lugares menos pensados.

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