martes, 15 de abril de 2014

Vivencias de la semana santa

Estamos viviendo la semana santa y sus efectos se sienten en la comunidad que formamos en el Centro de Reeinserción Social, que al igual que el resto de las personas se preparó para recordar a su muy particular manera la pasión, muerte y resurrección del Nazareno, algunos con más devoción que otros y es que la tradición religiosa socavada por tantos “proyectos espirituales nuevos”, cada año hace un recuento de bajas, pero como la propia iglesia católica, a pesar de todo, siguen en pie como desde hace dos mil años.

Como en el mas absoluto contrasentido, este es el lugar donde he visto mas conversiones, más fe total y porque no decirlo más milagros, ha sido la confirmación de que Dios existe, este Dios solidario empeñado en mostrarse precisamente en medio de la desgracia y la miseria humana, con esta extraña convicción de no venir por los sanos, sino por los enfermos y haciéndose más cercano a nosotros, por decidir, a través de su hijo Jesús, pasar sus últimas horas de vida . . . en prisión.

Es así, que durante toda la semana santa somos “invadidos” por la pastoral penitenciaria: hombres, mujeres, jóvenes y personas de la tercera edad que cual modernos cruzados vienen a la conquista de tierra santa, rostros en lo que se refleja este inmenso deseo de compartir el amor de Dios, buscando con ello, exorcizar los viejos demonios.

Durante el una dinámica, el padre Juan invitó a experimentar este supremo acto de humildad, representado en tomar el pie del compañero, lavarlo con delicadeza para finalmente darle un beso; de pronto el oficio cobró otra dimensión, obtuvo una trascendencia catártica, el padre Juan dijo: ahora van a tomar el pie del compañero, pensando en la persona o personas que dañaron y que es la razón por la que están aquí, probablemente no puedan obtener el perdón de ellas, pero seguramente alcanzarán el perdón del Dios piadoso y misericordioso en el que creemos. Una a una se fueron dando escenas que solo se pueden entender a la luz del Espíritu Santo, por que de otra manera parecerían absurdas, por ejemplo: el “chino” estaba purgando una pena por violación y le tocó lavar el pie de una joven de la pastoral, sin levantar la vista, solo se escuchaba su voz hecha susurro implorando el perdón de su víctima a través de la joven; o la “tortuga” que la repetía una y otra vez a un sorprendido “tío García” -Fue un pleito de borrachos, nunca fue mi intención matarte, por favor perdóname-. Pocas cosas hay tan trágicas en la vida como descubrir algo a destiempo, sin embargo, a los ojos de Dios no hay nada más hermoso que un arrepentido.

Sorprendía ver estas dinámicas, donde se respira la presencia de Dios, quien seguramente mira complacido a estos hombres que intentaban, cada uno a su manera, acercarse a la presencia reconfortante de su “Abba”.

Al final de un agotadora jornada, mientras internos y los integrantes de la pastoral compartían en franca camaradería los alimentos, observaba al fondo al padre Juan, el sacerdote misionero de la congregación Merrynol platicando con otro sacerdote misionero, este de la orden de los mercedarios, dos viejos guerreros parados en medio del campo de batalla, con las huellas de la lucha reflejada en sus rostros arrugados por el tiempo, me acerqué a ellos y comenté  -una intenso día y un gran trabajo- se miraron largamente, sin necesitar palabras, flotaba ahora entre los dos, la más grata sensación extraíble del oficio que ambos, de un modo u otro desempeñaban; aquella solidaridad singular y dolorosa que solo es posible entre clérigos reconociéndose unos a otros en un mundo difícil y cada vez más escéptico, -el crédito es para el “patrón”- contestó el padre Juan, -nosotros hacemos la parte que nos toca, así si tengo la dicha de presentarme ante la puerta del cielo y salga a recibirme el viejo pescador gruñón, le podré decir: Pedro, se indulgente con este veterano centurión, soldado de Cristo, que tanto trabajó achicando agua sucia de la sentina de tu nave-.

De nuevo el silencio y aquélla sensación de solidaridad instintiva que en este mundo de reos hace las veces de amistad... Que así sea...

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