viernes, 4 de abril de 2014

Reflexiones iniciales

Al calor de la preguntas

Último domingo de Marzo, hace más de 40 grados, sin embargo, las familias conviven, los niños corretean y los papás los miran con esa mezcla de orgullo y melancolía que caracteriza a la paternidad; al final del pasillo junto a la puerta de mi celda y mientras urdo una hamaca, observo las escenas familiares llenas de brazos que se entrelazan, de risas infantiles y de miradas afectuosas —extraño tanto a los míos — es un día de visita común en el Centro de Reinserción Social del Estado.

Las reflexiones, las teorías y las hipótesis se amontonan en mi cabeza y van transformándose poco a poco en preguntas que me voy planteando, mientras el tamaño de la hamaca va creciendo, porque ¿Qué ideas, que emociones y que sentimientos pueden pasar por la cabeza de un hombre sano para convertirse en un delincuente, para dejar de ser la persona que es: Padre, esposo, amigo, trabajador y caer en actos delictivos que tendrán que ser castigados por las leyes de los hombres?

¿Están preparadas nuestras leyes y el aparato de Justicia para juzgar objetivamente a las personas que delinquen por primera vez? 

¿Cuánto es el tiempo que un hombre debe pagar su culpa?, ¿cuánto es el tiempo que necesita para rehabilitarse?, ¿cuánto es el proceso de transformación de los hombres que han caído en prisión?, ¿Es posible encontrar sentimientos nobles y honorables, conductas positivas hacia la comunidad de la que forma parte?, ¿el incremento en las penas corporales, es la verdadera solución?; ¿quitar los beneficios de liberación anticipada, sin importar el comportamiento del interno, no es un contrasentido del proceso de reinserción social?

El silbatazo y el grito de —¡se acabó la visita!— interrumpen esta andanada de preguntas, que ya me estaban dando dolor de cabeza, junto con el bochorno de la tarde; pero ojalá y estas puedan ser reflexionadas por aquellos que tienen la responsabilidad, a veces nada grata, de impartir justicia en nuestro estado, asi como por los que construyen las leyes que nos rigen.

Poco a poco las familias se van despidiendo entre abrazos, sonrisas y lágrimas furtivas; las palabras de aliento, las bendiciones maternas y los besos volados son parte del pintoresco paisaje, al final solo queda la nostalgia de lo que pasó durante el día y la esperanza de la siguiente visita.


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