miércoles, 22 de julio de 2015

No todos cavamos tuneles

…-Como cuanto tiempo de vida le queda-, preguntamos a Doña Mirla, la enfermera que lo cuidaba,- es incierto, ya está muy débil-, nos contesto, en su rostro se reflejaba la compasión que sentía por “la Sheila”, un homosexual que acostado en una de las camas de la enfermería del centro de reinserción social agonizaba, tenía insuficiencia respiratoria que se le complicó con un problema renal, todo producto del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).

Eran como las 11 de la noche, algunos integrantes del grupo penitenciario el camino que va de regreso nos habíamos organizado y solicitamos permiso a la dirección de este centro para que se nos permitiera acompañar a nuestro compañero, no tenía familia, no recibía visita de nadie, pero había sido un buen amigo durante los tres años que había vivido entre nosotros.

“La Sheila” era una de esas crudas historias que a veces quisieras no haber escuchado nunca, padeció abuso sexual recurrente por parte de su padrastro desde los nueve años hasta que decidió huir de su casa a los 14 y así comenzó a rodar, en una crónica de acciones desatinadas e irresponsables, comenzó a frecuentar bares, a los 19 se prostituía vestido de mujer en alguna avenida de la ciudad y en algún momento se contagió de VIH.

Finalmente una noche tuvo un problema con uno de sus “clientes”, quien lo denunció y lo consignaron por el delito de robo con violencia condenándolo a ocho años de prisión, al hacerle sus análisis de ingreso se enteró de su padecimiento y en ese momento toco fondo y comenzó a cambiar, hacia lo posible por en verdad regenerarse, comenzó asistir a la escuela y se congregaba en una iglesia cristiana, sin embargo los años de vida disipada y licenciosa, de drogas, alcohol, promiscuidad sexual, malas noches y pésima alimentación le pasaron la factura y a pesar de todos los esfuerzos hechos por personas generosas y buenas no se pudo evitar lo inevitable, se fue deteriorando muy rápido y en menos de seis meses estaba al borde de la muerte.

El Doctor responsable nos permitió pasar a decirles unas últimas palabras de consuelo a la “Sheila” y uno a uno los integrantes de nuestro grupo se acercaban a la cama de un cansado y agonizante interno penitenciario.

“Suki” era un cristiano en toda la extensión de la palabra, aquí se había convertido y vivía con mucha devoción y seriedad su fe, trataba de ser un varón bueno y obediente de las enseñanzas de la biblia, espero su turno y le dijo –arrepiente de todos tus pecados y pide perdón al señor por tu desviación, si hoy aceptas a Dios como tu señor y salvador él te perdonara y te recibirá en su reino, ¿lo aceptas?- la Sheila alcanzo a sonreír, mi compañero lo interpreto como un sí, respetuosamente se retiró de la cama con un rostro de satisfacción, había salvado un alma más.

El “sahuayac” era un profundo creyente de las cuestiones hindús, practicaba yoga y hacia lo posible por ser vegetariano, se acercó a Manuelito y le pregunto –si le paso un poco de diksha, no choca con lo que acaba de hacer- , mi compañero estaba con un rosario en la mano rezando con mucho fervor un decenario y encomendando el alma de la “Sheila” a la virgen de Guadalupe, lo miro y paciente le dijo –no lo creo, si tú crees en eso, hazlo con respeto y con fe-, “Sahuayac” se acercó a la cama y cerrando los ojos puso sus manos en la cabeza de la “Sheila” recitando un mantra funerario. 

El último en pasar fue el “mono” con mucha ternura le puso un paño frio sobre su frente y le susurraba al oído -Sheila, has un esfuerzo mamita, no te me mueras, te prometo que si te pones bien nos vamos a casar como querías-, “el mono”, había sido su pareja durante algún tiempo, una gruesa lagrima salió del ojo del moribundo y muy despacito emitió una especie de gemido, “el mono” le contesto, -yo también te amo- 

-¿Cómo está la “Sheila” muchachos?, volteamos hacia donde venía la voz y era el director de este centro penitenciario, -Buenas noches profesor- le dijimos a coro sin pretenderlo, nos escuchamos como un grupo de escolares, el Doctor se apresuró a darle la situación actualizada de “la Sheila”, quien ya había perdido la conciencia y apenas respiraba, el director se acercó, le tomo la mano y hablo para sí mismo, -en todos estos años he visto a muchos jóvenes que terminan así y nunca deja de ser lamentable, circunstancialmente en ese momento la Sheila exhalo su último suspiro y fue el director quien le cerró los ojos diciendo -descansa hijo, ve y encuentra la paz que en esta tierra no tuviste-.

En ese momento se hizo un profundo silencio, ahí estábamos más de diez personas, totalmente distintas entre sí, entendiendo la vida de diferentes maneras, aprendiendo a reconocer nuestras coincidencias y respetando nuestras diferencias, todo con el fin de poder cohabitar en paz y tranquilidad el espacio que nos es común. Y es que los centros de reinserción social generalmente son un fiel reflejo de la sociedad en la que todos vivimos

En estos momentos en la que dadas ultimas noticias la vida penitenciaria se ha puesto sobre la mesa, en la que una vez más se vuelve hablar de las prisiones y de la forma como se vive en ellas, esperamos que de estas reflexiones se puedan determinar formas más inteligentes y creativas de tratar con las conductas desadaptadas para lograr una mejor reinserción a la sociedad, finalmente, no todos cavamos túneles…Que así sea…

martes, 7 de julio de 2015

Rompiendo la profecía penitenciaria

-Papi ¿me compras unas papas o un gansito?-, era la petición inocente del pequeño que miraba a mi compañero “el Bambuchas”, quien se buscaba en el bolso del pantalón y sacaba todo el dinero que tenía tratando de complacer a su pequeño que lo visitaba con lealtad cada domingo desde hacía casi tres años. 

-¡Mira papá trajimos nuestra tarea para hacerla juntos!- así bajaban gritando y corriendo de la rampa las dos niñas del “manotas” que abajo las recibía con los brazos abiertos a donde ellas llegaban a refugiarse escondiendo sus caritas en los hombros de su padre que besaba sus cabezas con infinita ternura.

-¿Cómo estas viejito, como te portaste esta semana?, le decían los hijos mayores de “Sam bigotes”, quienes cada semana le traían a los nietos para que alegraran al abuelo, mi compañero se inclinaba todo lo que sus 65 años le permitían para abrazar a la más pequeña que era su princesa, una nena de unos tres años que le gritaba –“Abo te mine a ver, amos a comer galletas”-.

-¿Que tal Psicólogo, tampoco vinieron este domingo?, me preguntaba “el mosco”, llevaba conmigo el mismo tiempo preso, ya casi doce años, le sonreí resignado negando con la cabeza, -la sangre siempre llama, cuando menos lo esperes los veras bajar por ahí- me dijo señalando la rampa de acceso mientras se alejaba gritando – ¡no pierdas la fe!-.

Podrán imaginar estimados lectores, como se va transformando lo que uno piensa con respecto a la paternidad, cuando eres parte de estas escenas cotidianas de un domingo cualquiera en el centro de reinserción social del estado.

Existe en el mundo de la psicología, algo que se denomina profecía de auto cumplimiento y consiste en que las cosas que muchos pronostican que van a pasar, finalmente suceden, generalmente porque son precisamente esos muchos, quienes a veces sin saberlo, crean las condiciones para que ello ocurra.

La vida penitenciaria, tiene esta característica, la creencia común es que dentro de un centro de reinserción social se encuentran personas sin sentimientos, desobligados y sin la capacidad de poder establecer lazos solidos de afecto y a pesar de que esto no siempre es así, algunas personas van buscando razones para crear la profecía de “todo el que está en la cárcel es un delincuente y además es mala persona”.

En nuestro grupo “El camino que va de regreso” que está integrado por internos penitenciarios apoyados por benefactores de la sociedad civil, tenemos la misión de buscar que esta profecía no se cumpla, además nuestra visión es convertirnos en un grupo confiable y serio que coadyuve con las actividades de este centro de reinserción y que sirva de enlace con organizaciones de la sociedad civil que se identifiquen y quieran apoyar nuestra causa.

Por esto es que decidimos que el pasado domingo que fue día del padre, nos organizáramos con nuestros benefactores y con las autoridades de este centro y juntos construyéramos un área en donde los papás se pudieran convertir en los héroes de sus hijos, haciendo un esfuerzo para ganar los puntos que se otorgaban en los juegos en los que participaran, porque al final de toda la jornada esos puntos los podían cambiar en nuestro centro de canje por golosinas donadas por la gente que confía en nosotros y que piensa que nuestro esfuerzo es merecedor de su apoyo.

-Mira papi todo lo que nos compramos- decía eufórico el hijo del “bambuchas”, entre sus manitas llevaba muchas golosinas. -Hoy si vamos a jugar a la comidita con cosa de verdad- decían las hijas del “manotas”, -¿quieres jugar con nosotras papa?-. Sentado exhausto en un rincón del auditorio después de participar en todos los juegos estaba “Sam bigotes”, alrededor todos los nietos con los premios ganados en complicidad del abuelo y en su regazo, la princesa, dándole de comer galletas, -“abre boca abo”-

¿Saben?, observar a los niños como convivían con sus padres a pesar de su situación, poner las condiciones para ayudarlos a recobrar la admiración, el valor y estima de su familia, es algo que recompensa cualquier esfuerzo y por lo que vale la pena trabajar y poner todos nuestros talentos.

Para todos los benefactores, los que nos apoyaron en especie o con su tiempo y disposición, les digo que las acciones más que las palabras son las que hablan acerca de la calidad humana y del compromiso social de alguien que ha decidido trabajar por su comunidad a través del servicio y ustedes hablan a través de sus acciones.

Sirvan estas líneas para expresarles nuestro profundo agradecimiento por el apoyo que nos otorgaron para la realización de nuestra actividad del día del padre, gracias por ser parte de esta conviccion y a nombre de todos los padres penitenciarios le pido a Dios nuestro señor que les colme de bendiciones…Que así sea….

miércoles, 1 de julio de 2015

Dando el siguiente paso

La idea surgió hace ya casi doce años, fue una pequeña inquietud que poco a poco fue creciendo desde una celda del centro de reinserción social del estado, al principio solo se trató de contarle a la sociedad que pasaba con las personas que estaban privadas de su libertad, como era el proceso de rehabilitacion social, como era ese camino que va de regreso para reinsertarse de nuevo a la sociedad.

Primero fueron pequeñas editoriales a través de las páginas del Diario de Yucatán, que siempre se han mostrado solidarios con esta causa y nos han publicado puntualmente durante todos estos años.

Un poco después vinieron los libros y sin darnos mucha cuenta de pronto ya eran tres nuestros trabajos, que hoy se toman como una referencia bibliográfica y testimonial en diferentes escuelas y universidades, en las profesiones en donde se estudie desde algún punto de vista, la vida penitenciaria.

Hace tres años, esta inquietud de contarle a la sociedad lo que pasaba en un centro penitenciario con las personas que cometimos alguna falta que tuvo que ser castigada por las leyes de los hombres, se transformó en el deseo de hacer algo más por los grupos vulnerables que existen en esta comunidad que formamos, como son las personas de la tercera edad, los internos psiquiátricos e inimputables y los pacientes con VIH. Evidentemente esta era una tarea que no se podía hacer solo, así que la compartí con otros compañeros que como yo, tenían la misma inquietud, que de esta manera se contagió y trascendió.

Entonces “El camino que va de regreso” ya no solamente le daba nombre a los libros que se han publicado sino que se convirtió en una marca que como grupo penitenciario nos distingue, los compañeros nos reconocen por las actividades que proponemos y desarrollamos.

A través de estas entregas en donde les he contado de nuestras peripecias y anécdotas al desarrollar nuestros proyectos, algunos de ustedes, estimados lectores se interesaron genuinamente en lo que hacíamos, de esta manera comenzamos a tener benefactores que nos apoyan con sus recursos o con su tiempo y disposición. Así fue como este grupo de internos penitenciarios interesados en el bienestar de nuestra comunidad quedamos vinculados con la sociedad civil, en una sinergia singular y positiva.

En nuestra última actividad de los abuelitos penitenciarios, que les conté en la entrega pasada y en donde trabajamos juntos este grupo de internos con los benefactores de la sociedad civil, obtuvimos resultados extraordinarios.

Se habla mucho hoy en día de la creciente importancia de las organizaciones de la sociedad civil, de sus actividades, de sus retos y sus dificultades, de su papel como actores relevantes en el espacio público y lo más importante de su potencial como mediadores entre el gobierno y la ciudadanía. 

Se reconoce también, la importancia de contar con distintas formas de asociacionismo voluntario que permitan dar voz a los diferentes grupos de la población y que contribuyan a detectar problemáticas comunes y participar en sus soluciones, logrando una convivencia social enriquecedora. 

Es cierto que para asociarse de manera formal se requiere no sólo del interés y del esfuerzo de sus integrantes, sino del cumplimiento de ciertos requisitos que aseguren, desde el inicio, un arranque sólido que permita la posibilidad de operar en un entorno legal y lograr a futuro un impacto real en cualquiera de los ámbitos de acción hacia los cuales se desee orientar el trabajo.

Por todo lo anterior es que decidimos dar el siguiente paso que será formalizar nuestro grupo, hemos iniciado los trámites para convertirnos en una asociación civil, convertirnos en El camino que va de regreso A.C. queremos enviar el mensaje a la sociedad de que nuestro trabajo va en serio y de que estamos dispuestos, a pesar de nuestra condición, a cumplir con los requisitos para que las actividades que desarrollamos puedan ser evaluadas en caso de ser necesario, de la misma manera, queremos darles mayor confianza y certeza legal a las personas que desinteresadamente están colaborando en nuestras actividades ya sea como donadores en especie o con su tiempo 

Entendemos que crear una organización civil no es una tarea fácil, mucho menos cuando su objeto social son los internos penitenciarios, Blaise Pascal decía que lo último que uno sabe es por dónde empezar y tenía toda la razón, sin embargo es una tarea que consideramos necesaria después de doce años de estar conviviendo de cerca con esta comunidad y de conocer de primera mano sus necesidades.

Así como encontramos una solución para apoyar a las personas de la tercera edad, ahora a través de convertirnos en una agrupación formal, buscamos alternativas a las diversas problemáticas que se viven en esta comunidad penitenciaria.

Finalmente queremos coadyuvar con las autoridades que tienen a su cargo la reinserción social en el estado para resolverlas de manera eficiente y creativa pero sobre todo buscando hacerlo más allá de lo que dicen los esquemas de reinserción tradicionales. Que así sea…