miércoles, 13 de agosto de 2014

De conversiones y milagros reales

…Son las diez de la mañana de un caluroso y soleado sábado de agosto, el centro de reinserción social se viste de gala y no es para menos, hoy nos visita el obispo de la ciudad, ¿la razón?, nada menos que confirmaciones y primeras comuniones que les serán dados a internos penitenciarios. Este es el resultado del arduo trabajo de muchas personas de la pastoral penitenciaria que a lo largo de todo un año escolar han convertido, convencido y preparado a estas personas para que los tomen.

De entre todas los internos que esta mañana tomarán los sacramentos, hay uno en particular que merece todo nuestro reconocimiento ya que hará su primera comunión, esto de suyo ya es un gran logro, sin embargo también fue gracias a este hecho que indirectamente una persona más creyó y se convirtió, así que si me permiten estimados lectores, les relato la historia.

Primero les contare sobre “Miguelito”, es un chico de unos 20 años y es lo que se consideraría como un “hijo de la calle”, es producto de una relación de una prostituta con un policía, eso es lo que cuenta, fue abandonado en un orfanato cuando tenía 3 años, ahí crece pero a los diez años se escapa y comienza a vivir en la calle, dormía donde se podía y comía de lo que le regalaban los comerciantes del mercado, es ahí es donde comete sus primeros robos, conoce el alcohol, el cigarro y la marihuana, también es donde tiene sus primeras experiencias sexuales a cambio de dinero, tanto con mujeres como con hombres, finalmente su primer ingreso al tutelar de menores fue a los trece años, del que entro y salió, generalmente siempre por robos, hasta llegar a la mayoría de edad en donde este delito es considerado como grave, así que al cometer uno más, es traído a este centro en donde cumple una condena de siete años, de los que ya purgo tres.

“Miguelito” deambulaba por este centro penitenciario, haciendo pequeños trabajos y mandados a los internos a cambio de unas monedas para comprar algo para comer o cigarros, generalmente siempre sucio y desaliñado, hasta que un día conoció a unas extraordinarias personas de la pastoral penitenciaria que con fe y determinación le enseñaron que a través de la palabra de Dios tendría una vida mejor y con más sentido.

Ahora les contare de “Paco”, él es uno de mis mejores amigos aquí en este centro de reinserción, a los dos nos unen un sinfín de anécdotas colectadas a lo largo de todos estos años, nos sentimos como dos viejos veteranos de este combate que se libra cada día en una cárcel entre el desánimo y el optimismo, la desesperanza y la ilusión por vivir, ha sido un fiel compañero con el que hemos iniciado y desarrollado muchos proyectos, sin embargo “Paco” tiene una característica particular, es una persona escéptica y atea, a pesar de que canta con nosotros en el coro y participa en las actividades de la capilla, lo hace más por solidaridad y pasatiempo que por fe, su cuestionamiento de batalla es ¿quién sería Dios sino hubieran personas que creyeran en él? y que se convertirá cuando vea que se realice un milagro real. -“Beto”, muéstrame un enfermo que se cure por la gracia de Dios y ese día comenzare a creer-, me dijo en una ocasión.

Pero hoy es el día de “Miguelito”, hoy todo mundo ha puesto de su parte para hacerlo sentir especial, que le importa a alguien, que en verdad existe un Dios real que le demuestra su amor a través de sus semejantes y que no son solo palabras lindas dichas en momentos solemnes. Todos, desde el Director de este centro que antes de iniciar la ceremonia preguntaba si se necesitaba algo, los responsables de la capilla que la habían dejado muy bonita y llena de flores, el coro que habíamos preparado nuestros mejores cantos, las orgullosas catequistas de la pastoral penitenciaria, los padrinos repasando con sus ahijados lo que debían hacer y finalmente nuestro sencillo y paternal obispo que con una sonrisa daba las ultimas indicaciones para llevar a cabo esta singular ceremonia, poníamos lo mejor de nosotros.

Y ahí está “Miguelito” en una escena absolutamente conmovedora, parado frente al altar, pantalón blanco, guayabera del mismo color, zapatos y calcetines, hoy se ha puesto ropa interior por segunda vez en su vida, su pelo perfectamente peinado, la vela adornada y una pequeña biblia completaban su atuendo para su primera comunión. Pero lo que más sobresalía en ese momento, era su enorme sonrisa, una sonrisa cálida e infantil. Estimado lector, “Miguelito” había pasado por todas las experiencias malas que puede ofrecer la vida: drogas, alcohol, sexualidad desenfrenada, prostitución, hambre y sobre todo soledad, esa soledad profunda que corroe como acido el alma de cualquiera que la padece, sin embargo hoy en su rostro se veía la inocencia de un niño, miraba a su alrededor y encontraba, probablemente por primera vez, rostros afectuoso que le daban la bienvenida a la comunidad, era un sentimiento nuevo, cuando recibió por primera vez la comunión, no pudo evitar llorar, era ese llanto liberador que transforma y sana, ese llanto que anuncia que un milagro real sucedió, que un enfermo se curó por la gracia de Dios, de reojo mire a “Paco” y por primera vez, también lo vi llorar…que así sea…

viernes, 8 de agosto de 2014

Extrañas amistades

En ocasiones hay amistades memorables que se dan en los lugares más extraños y de  formas muy singulares; este es el caso de una que nació y fue creciendo con el paso de los años en los que he estado recluido en el Centro de Reinsercion social. 

Lo particular de esta relación es que solamente se ha cultivado durante las vacaciones de verano, que es cuando la pastoral penitenciaria organiza durante una semana, las “misiones de evangelización” dentro de este centro penitenciario, después no vuelvo a saber nada de ella sino hasta el año siguiente. 

Isabel, era su nombre, una muchacha creo de unos 27 años actualmente; por aquello de la caballerosa cortesía nunca le pregunte su edad, cada año entre una actividad y otra, llenábamos el tiempo libre con largas y enriquecedoras charlas, que por un lado me permitían entender cómo iba desarrollándose el pensamiento de las generaciones que venían detrás y por otro descubrir cómo fue obrando en mi, un proceso de transformación personal, estas líneas son la síntesis y el resultado de nuestras platicas durante estos años con Isabel, desde que la conocí de forma un poco brusca, hasta nuestro último encuentro que se dio el durante las vacaciones de verano de este año

-¡Hola!, ¿como esta hermano?, Dios lo bendiga- lentamente levante la vista y vi parada junto de mi, con su uniforme de la pastoral penitenciaria, a una muchacha gordita, llena de acné en la cara, que apenas dejaba la adolescencia, sentí hacia ella un profundo desprecio producto de la incredulidad y la frustración que me producía el estar preso desde hacía varios meses, -No soy tu hermano niña, mejor anda con tus rollos “engaña bobos” a otra parte, Dios no existe, solo nos lo dicen para manipularnos- la forma como lo dije, no dejaba espacio para ninguna contestación, así que simplemente hizo un mohín de disgusto, se dio la vuelta y se fue, era mi primer verano aquí, desde lejos vi las actividades, al final de la semana se acerco -¿porque no cree en Dios?- pregunto con su voz de niña, -porque me está castigando muy fuerte- conteste sin mirarla, -Mi abuela dice que: “Dios no castiga, la vida es la que se cobra”- se fue dejándome una bolsita de dulces a un lado…

-¡Hola!, ¿como estas?- había pasado poco mas de un año desde mi ingreso al centro de reinserción, la misma niña del verano pasado, un poco menos gordita y con la cara más limpia, -Bien, gracias- conteste con mayor cortesía y buen modo, -¿Es cierto que usted es Psicólogo?- pregunto con cierta distancia producto del mal recuerdo que le había dejado nuestro primer encuentro, -así es- conteste con el orgullo y la vieja dignidad que aun tenia, -pero de cualquier forma le metieron preso-, me dijo enarcando una ceja- y tú, ¿Que estudias?-, pregunte tratando de defenderme de alguna forma de su agudo y desagradable comentario, -la Licenciatura en Educación, mi abuela dice que: “Estudiar no quita lo tarugo, pero si ayuda a disimularlo”, pero ya ve, hay algunos que ni eso les sale bien- me dijo palmeándome la espalda y dejándome sin respuesta, reflexiones como esas, me han ayudado a buscar transformar la antigua soberbia de quien cree saber mucho, en la genuina humildad de quien nunca deja de aprender…

-¡Ese mi amigo! ¿que espera para saludar a una hermanita en cristo?, una sonrisa sincera y un abrazo distinto me sorprendieron ese año, detrás de sus regordetes brazos sentí un afecto sincero, a lo largo de la semana me platico que su noviazgo iba viento en popa, de pronto, mientras afinábamos las guitarras para la misa. me solto con el mayor desparpajo -¿Sabes la novedad de este año? ya  tengo vida sexual activa y me siento tan plena-. La forma, mas que el fondo me sorprendió, uno recuerda hablar de esas cosas por lo bajito y entre los mas íntimos, que lejos estaba aquella niña del principio de nuestra amistad, habían pasado ya 5 años- ¿Pero tu crees que si el es hombre de tu vida?- pregunte paternal, -pues mi abuela dice que “Si te cumple en la cama, es mas probable que te cumpla en la vida” -¿díganme?: ¿que contestas ante semejante frase?, una sonrisa de pena ajena fue lo mas que pude expresar...

Parado junto a la puerta de la capilla, la vi aparecer a lo lejos, un grito de toda una mujer, una sonrisa de satisfacción y un abrazo largo y fraterno enmarcó sin saberlo en ese momento, lo que fue nuestro décimo y finalmente  ultimo encuentro. 

Al final de la semana, en la fiesta de clausura se acerco para despedirse, -mi hermano tengo que darte una noticia-, la expresión de su rostro era de solemnidad, nos sentamos en un arreate, -Me caso en diciembre, me voy a Monterrey con mi esposo, mi abuela dice que: “siempre hay que tener el cajón de los calzones listo pa’ donde se vaya el marido”, un largo y profundo silencio, los dos sabíamos que esta seria nuestra última charla, al final le había tomado sincero afecto a aquella niña que con el paso de los años se fue convirtiendo en mujer, en medio de todo habíamos madurado juntos, cada uno a nuestra forma, aderezados con los pintorescos dichos de una abuela, que a ciencia cierta no sabía si en realidad existía, nos levantamos despacio, tomada de mi brazo la lleve hasta la salida, avanzo hacia la puerta y antes de dejar de verla, volteo, un saludo infantil con la mano derecha, un beso volado con la izquierda, fue su ultima imagen, no pude evitar una lagrima furtiva, ¡caray me estoy haciendo viejo! pensé; pero  ahí quedaban, como testimonio permanente, nuestras historias de crecimiento, cada uno buscando a su manera, lo que todos pretendemos….ser felices…



martes, 5 de agosto de 2014

La crisis del primer año

  El ruido de las llaves, el candado que se abre, el pasador de la puerta que se corre y la voz del vigilante, me despiertan del sueño poco profundo que tengo desde que vivo en el Centro de Reinserción Social, me siento en la litera y aún adormilado pregunto -¿”Papá oso”, que pasa?- Parado en la puerta, con la luz dándole en su inmensa espalda, su cabeza mas grande que su cuello se evidencia, el exceso de vello corporal, su trato amable y paternal con los internos además de sus características físicas, han dado origen a su sobrenombre. –Psicólogo- me responde -ayúdame, son las tres de la mañana y el “chilango” no ha dejado de llorar desde que habló a su casa en México, ya no sé que hacer, de verdad me da mucha lástima-.
 
Mientras me visto, visualizo mentalmente a este personaje, llegó hace como 10 meses, acusado de robar un cajero automático, hasta hoy no ha sido sentenciado, es casado, padre de dos hijos menores de 12 años, durante el tiempo que ha estado aquí, lo han visitado en tres o cuatro ocasiones, toda su familia vive en el Distrito Federal.

-Listo, vamos a verlo- le digo a “papá oso” que impaciente espera y se lamenta -tengo una suerte, ¿por qué siempre en mi turno es cuando tienen que pasar estas cosas?-, lo miro y le sonrío, a veces hay preguntas que no tienen respuestas. Nos dirigimos hasta la celda del “chilango”, en el camino imagino que me asomaré a esa gruta que es la mente del ser humano y miraré una vez más el sufrimiento con sus mil rostros. Durante estos años, he mezclado mis tristezas con las de mis compañeros, enseñando a secar sus lágrimas, a partir de haber aprendido a secar las mías, he tenido que reaprender mi oficio, aquí la psicología tiene otros parámetros.

Llegamos a la celda, su llanto se oía a través de la puerta, venía del fondo de su alma, reflejaba la inmensa angustia que el hombre estaba sintiendo, abrimos muy despacio, estaba oscuro y la tenue luz de las lámparas del pasillo, iluminó la habitación, la escena me conmovió hasta los huesos, en un rincón sentado en cuclillas con las fotos de sus hijos y de su esposa entre las manos, hacia un movimiento con sus brazos, como si las estuviera arrullando.

Emitía un quejido profundo y largo, de sus ojos ya no salían lágrimas, me acerqué, me puse en la misma posición que el, tratando de reflejar lo que estaba sintiendo, me miró fijamente, abrió la boca y su de garganta salió algo parecido a un gruñido, los espasmos y temblores de su cuerpo no le permitían hablar, lo abracé en silencio y comencé hacer con el, un movimiento parecido al que estaba haciendo con las fotos, el contacto físico, hizo que se fuera controlando, entonces empecé a entender lo que trataba de decir -Psicólogo te juro por mis hijos que yo no fui, ya no aguanto más, están a muchos kilómetros de aquí, los extraño tanto y no los puedo ver-, aproveché el momento para ponerlo de pie y ayudarlo a acostarse, mientras se acomodaba, me senté junto a el y le dije -“chilango” nuestro único recurso por el tiempo que estemos aquí, es mantener la fe y la esperanza, principalmente cuando sientas que la añoranza por la familia te ganen- -pero estar preso y además solo es muy duro- alcanzó a decir entre un hipo y otro.   ¿Saben?, Hay ocasiones en las que la gente no necesita consejos, sino solamente que lo escuchen, en silencio, con sus fotos abrazadas, se fue quedando dormido.

Por fin había superado la crisis del primer año, al salir de la celda, estaba esperándome impaciente el “papá oso”-¿se desmayó?- preguntó  -no, se quedó dormido- contesté, -¿pero va a estar bien?- insistió, lo miré y me encogí de hombros, a veces hay preguntas que no tienen respuestas…



sábado, 2 de agosto de 2014

Esta será la ultima vez

Durante todo el tiempo que he vivido en el Centro de Reinserción Social del Estado, con mucha frecuencia llegan internos nuevos, de estos, hay un grupo en particular que siempre me ha llamado la atención, son los reincidentes, personas que han ingresado en más de una ocasión y que tristemente han hecho del delinquir, un estilo de vida, este es el caso de un personaje al que se le conoce como “el pirata” por haber perdido un ojo en alguna trifulca callejera, lo he visto ingresar en múltiples ocasiones por delitos menores, me cuenta que tiene quince ingresos en sus 42 años de vida.

En alguna de sus “visitas” anteriores, se ha acercado a charlar conmigo, aparentemente arrepentido, diciendo -¿psicólogo, por que soy así? ¿Porque no puedo cambiar?- Al final de la charla siempre terminamos con "el pirata" prometiendo que será la última y conmigo poniendo una mano sobre su hombro, contestando -¡animo pirata!, seguro esta es la ultima vez-.

Podrán suponer estimados lectores, que cada vez que lo veo llegar, me embarga un sentimiento de sorpresa, decepción y por supuesto frustración profesional.

La semana pasada, “el pirata” hizo su aparición una vez más, cuando vi que se acercaba a mi con la intención de charlar, me escabullí, pretextando que tenia otras cosas que hacer, en mi interior pensaba que no valía la pena, que era una perdida de tiempo y que además de alguna manera sentía se estaba burlando de mi.

En esos momentos no pude evitar imaginar a mi abuelita, con su pelo blanco, sus grandes ojos grises y su voz cascada diciendo – ¡Niño!, cada vez que tengas una duda sobre qué hacer en tal o cual situación, piensa ¿qué haría Jesús en mi lugar?

Han pasado tantos años desde que escuchaba ese consejo, han pasado tantas cosas desde esos años de infancia, que ahora que somos adultos se nos hacen simplemente retazos de épocas mejores y más felices.

Sin embargo, que podía perder, finalmente era un ejercicio interesante que me recordaba mis convicciones más profundas, esas, las que te enseñan cuando inicias por el largo caminar que representa la vida.

Sin más, regrese entonces sobre mis pasos, me acerque a él con la buena intención de escucharlo una vez mas, “el pirata” me mira con el ojo que aun esta bueno, sonríe y una vez más me repite toda su cantaleta, mientras habla, por mi mente pasan los pasajes bíblicos que son las bases de mis creencias religiosas: “No he venido por los sanos sino por…” “ama a tu prójimo como…”, “hasta setenta veces siete…”, “el que esté libre de pecado que arroje…”,  

-Psicólogo- me dice “el pirata”con su voz ronca  que me regresa a la realidad -pero esta vez de verdad prometo que será la última- lo escucho, sonrío, pongo mi mano sobre su hombro y con la mayor sinceridad de la que soy capaz, le digo -por supuesto “pirata” estoy seguro que ésta, será la ultima vez-...