jueves, 9 de abril de 2015

Una sonrisa sin dientes

La semana pasada, tuvimos la oportunidad de trabajar en una iniciativa que se estaba cocinando desde hacía algunas semanas en el centro de reinserción social: el comedor de abuelitos penitenciarios, una vez más y gracias a las aportaciones de nuestros benefactores de la sociedad civil que generosamente confían en nuestras ideas, hicimos realidad otro proyecto más. 57 internos penitenciarios mayores de 70 años fueron atendidos, alimentados y sobre todo cada uno en lo individual fue escuchado y apapachado durante una semana.

Esta tarea, fue una experiencia enriquecedora y digna de contarles estimados lectores porque nos lleva a una reflexión a mi juicio muy interesante

Durante varias noches previas al inicio del comedor, algunos compañeros junto con un servidor, estuvimos visitando todos los módulos de este centro de reinserción en busca de los abuelitos que participarían en él, para hacerles una invitación formal.

Tal y como esperábamos nos encontramos con rostros cansados, de hombres de andar lento y con poco movimiento que nos abrían despacio la puerta de las celdas y se asomaban asemejando a pequeños duendes saliendo de sus cuevas, les explicábamos y les hacíamos la invitación para asistir y nos miraban con profunda desconfianza, esa que se va acumulando a través de toda una vida de ser engañados, muchos de estos ancianos provienen del interior del estado y son el producto de esta raza a la que se le pueden hacer promesas en todos los aspectos y no cumplirlas sin preocupación porque no tendrá ninguna consecuencia.

La noche previa a nuestro inicio, me toco visitar a “papaíto”, un anciano de 76 años, está casi ciego, recuerda algunas cosas, como que en un pleito de cantina en su pueblo golpeo a un cristiano que lo estaba ahorcando y que este murió, que hace muchos años que está preso, que tenía una familia que lo visitaba hasta que les firmo unos papeles de una parcela donde sembraba sandia, calabaza y papaya maradol. 

Hay otras cosas que no recuerda, como: ¿desde cuando dejaron de venir a visitarlo y porque?, ¿a cuantos años fue sentenciado? y ¿cuándo es su fecha de salida para poder regresar a su pueblo? Todos los compañeros a los que les pregunte, aun los más antiguos me dicen que cuando llegaron “papaíto” ya estaba aquí, así que habrá que hacer una investigación profunda, aunque si algún juez de ejecución nos ayuda lo agradeceríamos mucho, mas allá de si es o no su trabajo, pienso que es una inmejorable oportunidad para ganarse unos puntos en el cielo. Uno no sabe si luego le harán falta.

Es lunes a medio día, iniciamos nuestra tarea, decoramos de la mejor manera que pudimos el lugar donde les daríamos los alimentos, nuestra intención era que pareciera una especie de fiesta de pueblo con banderitas de colores hechas con papel de china, pero sin quererlo nos quedó la escenografía como la de un típico mitin político, así que cuando poco a poco fueron llegando los abuelitos, pensaban que ahí estaba “el pelo en la sopa” y que una vez más habían sido víctimas de un engaño, que lo que queríamos realmente era su voto, muchos de ellos pensaban que no votaban porque estaban lejos de su pueblo, pero una vez que les explicamos que ellos no tenían voto por estar presos y que todos los alimentos que se les darían, provenían de la generosidad de la gente de la sociedad civil que no les pedía nada a cambio. 

Algunos de nuestros benefactores que nos donaron su tiempo y disposición para acompañar este esfuerzo, al final de la semana nos compartieron su testimonio sobre el impacto que había tenido en sus vidas este ejercicio con el abuelito penitenciario destacando que el gesto más entrañable y emotivo fue el de recibir de ellos una sonrisa sincera, aunque esta no tuvieran dientes. Que así sea…