domingo, 29 de noviembre de 2015

Los retos de la reinserción social

El propósito de la prisión en México tal como lo define el artículo 18 constitucional es lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y además, procurar que no vuelva a delinquir. Esto se debe lograr con base en: el trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el deporte, al final de todo el tratamiento en reclusión, el interno penitenciario debe diferenciar entre el bien y el mal para elegir correctamente entre los dos.

El concepto reinserción significa pues, volver a encausar al hombre delincuente dentro de la sociedad que lo vio cometer un delito y de la misma manera que los médicos tratan a los enfermos, así los técnicos penitenciarios, a través de un tratamiento individualizado, deben sanar al hombre delincuente de esa lamentable y dañina enfermedad llamada delito 

Claro que hay que reconocer que la vuelta a la comunidad de quienes fueron delincuentes, genera una intensa preocupación entre los operadores y responsables penitenciarios y de la seguridad, así como una gran inquietud en la opinión pública. Las razones de esta preocupación tienen que ver con dos creencias muy extendidas, la idea de que quienes cometieron algún delito lo harán de nuevo, por aquello de que “gallina que bebe huevo ni que le corten el pico” y el convencimiento generalizado de que ni las penas de prisión ni los tratamientos que se aplican son eficaces para la rehabilitación y posterior reinserción a la sociedad.

Hoy sabemos que estas dos creencias son al menos, parcialmente erróneas, la investigación criminológica nos ha demostrado que hay dos tipos de internos penitenciarios: están los reincidentes, que son los que hacen del delinquir su modo de vida y que son los menos. También están los que cometen un error que en muchas ocasiones ni siquiera es premeditado pero deben pagar por él, por lo general las personas que conforman este grupo, al cumplir sus condenas salen rehabilitados, esto rompe un poco con lo que tradicionalmente se piensa acerca de que la cárcel es una escuela del crimen, la mayor parte salen perfectamente bien, aunque casi nunca se habla de ellos, de ahí nace el interés con nuestras publicaciones para que la gente sepa cuál es el proceso que llevan las personas para reinsertarse, que no se queden solo con la idea de que los presos están en la cárcel y están purgando una sentencia, que se sepa cómo se van transformando, que los titulares no se los llevan los malos, esos del primer grupo que siempre reinciden. 

En justa coherencia con lo anterior, la cárcel debe ser el reflejo de la sociedad en libertad. Hoy en día se han establecido muchos argumentos a favor de este novedoso concepto que es el de “la normalización social”. No hay razón para que la vida dentro de una prisión no deba tener los mismos estándares de convivencia que existen en la sociedad en libertad, porque de no ser así, entonces, ¿Qué tipo de habilidades de convivencia social se les estarían enseñando para reinsertarlos a la sociedad?

A esta “normalización social” se llega por los caminos de la humanización. La prisión no debería añadir más castigo al condenado que la privación de su libertad y la perdida de sus derechos políticos. Para asegurar esta normalización social es preciso reforzar relaciones fluidas sociedad-Cereso, porque la mejor forma de garantizar que la vida penitenciaria se asemeje a la vida en libertad es permitiendo el acceso de la sociedad a través de diferentes instancias dentro de su proceso. 

Como lo hemos comentado en colaboraciones anteriores, la ley actual no contempla ningún tipo de beneficio para los delitos considerados como graves, sin importar los logros conseguidos o el comportamiento mostrado durante el tiempo en reclusión, así que debemos asumir que las sentencias impuestas por los tribunales se deberán cumplir en su totalidad, aunque ello implique pasar muchos años en reclusión.

Bajo esta realidad, descubrimos que el gran reto de todos los interesados en la reinserción social y la vida penitenciaria es ¿cómo poner el acento en la transformación del estilo de vida del interno y su familia durante todo el tiempo que permanezca en reclusión?

Con la implementación completa del nuevo sistema de justicia penal y los juicios orales, el pronóstico para el próximo año es que la mayoría de internos que estarán en el centro penitenciario serán los sentenciados por delitos graves. La gran ventaja es que esto permite planificar y desarrollar programas de largo plazo en todos los rubros que se contemplan en el proceso de reinserción social: el trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el deporte.

Finalmente, considerando estas nuevas circunstancias pero con una mayor participación de la sociedad será una buena oportunidad para establecer convenios entre empresarios que busquen mano de obra, emprendedores que quieran desarrollar nuevos productos, instituciones de educación superior que quieran establecer estudios de licenciatura o hacer investigación formal, establecer programas de salud y de activación física con una población estable y controlada para que después se pueda replicar en otras comunidades. 

Podemos ofrecer a las personas que están en este proceso de reinserción la posibilidad de superarse y de no interrumpir sus vidas, perpetuando con ello el daño cometido. Podemos aceptar los retos de la reinserción social…Que así sea…