sábado, 26 de abril de 2014

De poemas y primeras veces


Uno de los principales aprendizajes que he tenido durante el tiempo que he vivido como interno en el centro de reinserción social, es que la voluntad y el querer hacer cosas nuevas que te edifiquen, surgen con más fuerza, precisamente cuando las condiciones para hacerlo son las menos propicias.

EL “Capi” es un hombre de 58 años, casi analfabeta, con problemas de artritis en los dedos de las manos y en las rodillas, le dicen así porque había sido capitán de un barco pesquero, purga el tercer año de una condena federal de cinco, por pesca clandestina de caracol blanco, es un tipo duro y muy terco, que siempre ha argumentado que las vedas de pesca, están mal hechas y que las ponen personas que no son hombres de mar, que no saben del tema y que además no toman en cuenta a los verdaderos pescadores; todas sus reflexiones las acaba siempre con la misma frase y haciendo voz de declamador, - ¡pero no me hagan caso!, solo son las ideas de un hombre amargado porque no tiene dientes- al hacerlo abre la boca en una especie de sonrisa y muestra sus encías desnudas.

Con la habilidad que adquirió a través de los años para componer redes de pesca, se convirtió en un experto para componer hamacas que le traen a reparar y que están en muy mal estado, hace verdaderas cirugías reconstructivas y las deja como nuevas.

Por las noches su pasatiempo es que le lean poemas y versos, tiene un viejo libro que cuenta que lo ha acompañado durante sus viajes por buena parte de su vida, con poemas clásicos de autores como Amado Nervo, Rubén Darío, Sor Juana Inés de la cruz, etc.

Después de muchas semana de platicar con él, finalmente lo convencimos de que entrara en septiembre pasado, al programa de alfabetización que se imparte en la escuela de este centro penitenciario, con el argumento de que así el podría leer los poemas que quisiera, sin tener que sobornar con un refresco a nadie, para que se los leyeran.

La semana pasada lo vi sentado en una de las mesas del comedor del modulo donde vivo, leyendo un libro nuevo con poemas contemporáneos de Sabines, Rosario castellanos y Mario Benedetti.

Me acerque a felicitarlo y a darle un “shampo de cariño” por el esfuerzo que estaba haciendo, el levanto la vista, me sonrió, bueno me mostro sus encías desnudas, y me dijo, -“Psicólogo”, ¿Cuándo fue la última vez, que hiciste algo por primera vez?- la pregunta del “Capi” me tomo por sorpresa y con honestidad no lo recordé, hace tiempo que no he hecho nada por primera vez y así se lo dije, el pescador continuo su reflexión, -cuando me leían los poemas no los recordaba y ahora que yo los puedo leer se me quedan con mucha facilidad y quisiera declamarlos pero nunca lo he hecho- El “capi” estaba emocionado, así que algunos compañero nos juntamos alrededor de él y lo animamos a que nos declamara, el con mucha propiedad se levanto, se aclaro la garganta y comenzó… De Mario Benedetti “Aprendiendo”… 
 
“Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano y encadenar un alma;
Y uno aprende que el amor no significa acostarse,
y que una compañía no significa seguridad,
y uno empieza a aprender…
Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas,
y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta
y los ojos abiertos”

El capi se detuvo y la voz se le quebró, lo miramos conmovidos, el poema cumplía puntual su primer objetivo, que las líneas escritas por el autor, sean hechas vida por quien lo lee, el “Capi” continuo…

Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes…
y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad.
Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma,
en lugar de que alguien le traiga flores.

…El “Capi” continúo con el poema, poniendo su alma y su pasión en cada palabra y logrando que todos los que estaban en el comedor hicieran silencio para escucharlo, al final se gano el reconocimiento de los presentes que aplaudieron, más de uno tuvo que secarse una lagrima.

Todos regresaron a lo que hacían y el barullo pronto se restableció, pero ahí había un hombre que ahora sonreía para adentro y en su rostro reflejaba una inmensa felicidad, alguien para quien hoy fue un buen día para hacer algo por primera vez.

Por cierto, ¿Cuándo fue la última vez, que hiciste algo por primera vez?...

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