viernes, 11 de abril de 2014

¿Cómo estás?



A lo largo de estos tres años en los que he estado como interno del Centro de Readaptación Social del Estado, todas las personas que han venido a visitarme que ha sido un grupo bastante heterogéneo comienzan la reunión con la misma pregunta ¿cómo estás?, y más allá de todos los convencionalismos sociales, ésta interrogante en mi condición actual, siempre me ha invitado a dar una respuesta más amplia y reflexionada, en la que pueda expresar que la vida aquí, tiene tantas peculiaridades, es tan singular y a la vez tan parecida a la vida cotidiana que transcurre fuera de sus muros. En ocasiones, se parece tanto a un cementerio de vivos, en donde se ven pasar las horas, los días, las semanas y los meses que se vuelven años, donde ya nada se toma a mal y uno trata de quejarse lo menos posible, donde los escándalos se olvidan, las vergüenzas pasan tarde o temprano, donde descubres que para la gente común tu no estás muerto, porque de los muertos se habla con pasión y repetida dulzura, es más bien, como si nunca hubieses existido.

En otras ocasiones se parece a una especie de purgatorio en la versión de Alighieri, en el que estás tan cerca del infierno que puede ir quemando las penas que te has prometido no convertir en palabras, pero que al mismo tiempo al levantar la vista puedes tocar, sentir, escuchar el cielo, ese cielo de azul intenso que presenta la deliciosa libertad, al final, nadie sale de aquí igual que como entró y cada quien mira el azul del cielo con distinta intensidad.

Con el paso del tiempo vas comprendiendo y asumiendo lo que para mi, son las cuatro grandes virtudes del proceso de rehabilitación social y que en la medida en que las logres desarrollar, lograrás también ser una mejor persona.

La primera es, el arrepentimiento, la convicción de que todos los seres humanos cometen errores y en ocasiones muy graves, sin embargo, nunca hay que dejar de buscar la forma de reparar, de alguna manera el daño hecho. Esto nos permitirá reintegrarnos algún día, a la sociedad con más dignidad.
La segunda virtud que después de mucho sufrimiento terminas pro desarrollar, es la FE, la creencia de que algo bueno va a suceder, aunque todo indique lo contrario, nunca en mi vida había visto tantos milagros, ni había sentido tan fuerte la presencia de Dios a partir de la fe, como los he visto y los he sentido aquí.
“La esperanza es lo último que muere” así reza el dicho popular y cada mañana al iniciar el día lo vas haciendo vigente, descubres que precisamente en la total y absoluta ausencia de esperanza, es cuando surge, en alguna palabra, en algún recuerdo en alguna promesa y encuentras el sentido para seguir luchando, para seguir viviendo, has conseguido esa tercera virtud, la esperanza.
Finalmente, la última virtud y que es la que requiere de más voluntad es la paciencia, esa la que es hermana gemela de la sabiduría por que en esta espera de que las cosas ocurran, vas aprendiendo a mirar la vida desde otras perspectivas, a mover tu escala de valores y darle la importancia a las cosas que en verdad la tienen, finalmente la vida no es como uno se le antoja, si no como es y ya.
Respiro una y otra vez y siento el aroma particular de este lugar y confío que pronto estaré con todos aquellos que hoy preguntan ¿cómo estás?


Gracias por preguntar . . . Gracias.

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