miércoles, 16 de abril de 2014

Que no se haga mi voluntad sino la tuya


Una semana mayor mas…la decima que vivo en el centro de reinserción social, muchas cosas han sucedido durante estos años, muchas personas han pasado y han dejado su huella en nuestras vidas y nos han hecho tan distintos.

A pesar de todas las imperfecciones que todo sistema puede tener, el proceso de readaptación social si funciona, en este lugar descubres que muchos de los defectos que te trajeron hasta aquí, son posibles de corregir.

Con el paso de los días que se vuelven semanas y estas a su vez en meses que se transforman en años, es con el sufrimiento, la soledad, la impotencia, la conciencia del daño ocasionado y valorando todas las cosas perdidas como consecuencia de tus actos, que vas reflexionando y modificando tus pensamientos y tus conductas.

Es por ello que cada semana santa se vuelve un bálsamo en la vida de muchas de estas personas atribuladas por los remordimientos, porque la cárcel más grande no está formada de rejas y barrotes sino por recuerdos negativos.

En esta ocasión, en la capilla, en los módulos y en los arriates de este centro penitenciario hay gran algarabía y alboroto, la pastoral penitenciaria la trae consigo y cada semana santa llenan este centro penitenciario de alegría juvenil, de cantos, de oraciones, pero sobre todo de esperanza y de fe.

Sentado con una guitarra en las manos y con varios muchachos inquietos alrededor de mi, preguntando cómo van aquellas canciones religiosas que aun siguen siendo vigentes, me llegan recuerdos gratos, de mejores tiempos.

Los internos aprovechan para contar sus historias de inocencia a oyentes sorprendidos de tanta “injusticia” en nuestro estado, de pronto todos son protagonistas de aquella película de “presunto culpable” –es que señorita…fíjese que la juez no quiso aceptar mis pruebas-, se escucha por aquí, -verá usted joven, en el careo con el judicial este no pudo sostenerme la mirada, porque ¡mentía!-... se escucha más acá, muchas de estas historias no son ciertas, pero sirven de desahogo para las almas atormentadas que las cuentan.

Aunque siempre he pensado, que si tan solo uno de ellos tuviera razón y estuviera privado de su libertad siendo inocente, los responsables de ello, ¿dormirán en paz?... en fin.

La semana santa te va llevando por toda la esencia de la doctrina cristiana, cada día se va recordando en que creemos y lo más importante, porque lo creemos.

Durante esta semana, el jueves fue el día en el que el espíritu santo nos hizo sentir su presencia más fuerte, esa jornada: lavamos los pies, instituimos la eucaristía, se renovó la confianza en quienes tienen la responsabilidad de conducir por buen camino al rebaño de Dios e hicimos del amor nuestra principal fuente de felicidad y de bienestar, entendiendo que no existe amor más grande que el que nuestro padre celestial tiene por sus hijos, con este conocimiento pudimos decir con toda sinceridad y confianza, Padre que no se haga mi voluntad, si no la tuya…siempre.

Para las personas que vivieron con nosotros este jueves santo, el ejercicio resulto transformador, cada persona repetía esa frase y pensaba en las cosas que no podían cambiar y que les ocasionaban dolor y frustración, internos penitenciarios y pastoralista

Tener esta convicción pareciera un acto de profundo fanatismo religioso, sin embargo no lo es, porque representa el consuelo para todos aquellos que antes, en su corazón solamente repetían: Padre, ¿porque me has abandonado? Y que en este ejercicio escucharon la respuesta del señor que les decía, Hijo, ¿Por qué me has abandonado tu?

Al final del jueves, se miraban rostros llenos de lágrimas y de tranquilidad, las expresiones de muchos internos que encontraron consuelo y que iniciaban el camino hacia la verdadera libertad, pero también se miraban las expresiones de los pastoralistas que sin haberlo pensado, habían encontraron en este trabajo una manera de reconciliarse con Dios y de confiar de nuevo en su iglesia.

A todas las personas que durante esta semana mayor contribuyeron con su trabajo, sus donaciones y sus oraciones, para que estas misiones penitenciarias se pudieran realizar, sepan que su esfuerzo tuvo frutos. Bendiciones y felices pascuas…
s de todas las edades, sin ningún tipo de distinción y todos como hijos del mismo padre, le entregaban sus angustias y preocupaciones, con la convicción de que lo que sucediera era lo más conveniente en sus vidas, porque finalmente se habían reconciliado con él.

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