martes, 29 de julio de 2014

Las enseñanzas de la familia

Cada viernes por la mañana, vienen al Centro de Reinserción Social, sacerdotes de la orden de los Mercedarios, ellos son los encargados de la Pastoral Penitenciaria y por tanto de dar asistencia espiritual a los internos, el viernes pasado uno de ellos celebraba la Santa Misa y el evangelio del día fue acerca de la parábola del hijo prodigo (Lc 15, 11-32). 

Durante la homilía poco a poco nos fue llevando a la conclusión de un Dios que perdona cuando te arrepientes y que siempre te da otra oportunidad a pesar de lo grave que pueda ser tu falta, y durante algunos minutos el Mercedario hablo de la importancia de la familia, de los valores que se aprenden en esta, de la bendición que es tener su apoyo en nuestra situación, etc. Entonces ocurrió una vez mas, esta sospecha que se vuelve certeza, el evangelio de cada día que  susurra al oído, da las respuestas y enseñanzas que cada quien necesita en ese momento, como si estuviese preparado especialmente para cada uno de nosotros, ¿es acaso esta extraña manía de Dios, de nunca olvidarnos?. 

-….y ya que la familia es la base de la sociedad- concluía el sacerdote, -disculpe padre, ¿puedo preguntar algo?-, la feligresía volteo hacia el imprudente, a quien le decíamos “el buches”, -por supuesto hermano- contesto el aludido, con una expresión en la que se leía claramente su extrañeza -¿El hijo prodigo regreso a su casa, porque así le convenía o porque si necesitaba a su familia?- pasaron unos momentos para que la comunidad comprendiera semejante pregunta, “el buscabullas” dijo -¡pues porque la necesitaba!, sea lo que sea eran su sangre-, “Don alex” suavizo el abrupto comentario -además nuestras mayores enseñanzas de ahí las sacamos- el presbítero asintió con la cabeza y lanzo la pregunta al aire, -Díganme  señores ¿Cuál ha sido la mayor enseñanza que les ha dado su familia y quien se la dio?-. Y entonces comenzaron las anécdotas. Historias atemporales cargadas de pasado, de nostalgia y de cruda realidad, historias que hablaban de enseñanzas y aprendizajes, historias llenas de amor, felicidad, tristeza, compasión, fidelidad y olvido.

-El Abuelo ahí en la hacienda donde vivía,  nos enseñaba que soñar no es una pérdida de tiempo, que cada cosa cae por su propio peso, que solo hay que tener paciencia y la abuela nos mostraba como apreciar las cosas simples, esas que uno nunca toma en cuenta, y nos recordaba dolorosamente que olvidar no es perdonar-, dijo “el bebeson” mientras se pasaba la mano en una mejilla, pensando en alguna bofetada recibida a destiempo por alguna travesura cometida.

“El brutus” honrando su apodo arrebato la palabra -Mi hermano mayor me enseño que en los peores momentos de la vida es cuando se demuestra el cariño verdadero, si viviera nunca me hubieran sentenciado, el no lo hubiera permitido-, lo decía en referencia a los muchos caso en los que los internos son condenados a pasar años en la cárcel, no porque fuesen culpables del delito por el que se les acuso, si no porque nunca pudieron defenderse: por ignorancia, por falta de recursos o de influencias, al final es lo mismo. 

-¡Nunca hay que darse por vencidos!, hay que intentarlo una y otra vez, porque el verdadero valor de un hombre se mide por el número de veces que se ha levantado después de caer, eso me repite “mi jefita” siempre que viene- grito orgulloso “el chelem”, recordando a su mama, una singular mujer, mitad pescadora, mitad comerciante, que cuando lo visitaba siempre daba ánimos a todo aquel que cruzara palabra con ella. 

-Mi hija me enseño que la fantasía y la imaginación son la mejor herramienta para aliviar la tristeza, comento con la voz quebrada “La gallina”, -el otro día estábamos…..- mientras iba narrandola, recordé esa escena, porque me toco presenciarla, sentados en una mesa del comedor, padre e hija tomados de la mano y mirándose fijamente se decían: -Hija, si te pidiera que me llevaras lejos de aquí ¿lo harías?-, mientras besaba con infinita ternura su cabeza, la muchacha le contesto amorosamente -Claro Papi solo cierra los ojos y con gusto te llevo conmigo a donde me pidas-, dos gruesas lagrimas rodaban por las mejillas del viejo, arrugadas por el paso de los años y las tristezas. 

“El buda” hablo de su esposa, ella murió, fue una de las víctimas del pasado virus de la influenza -mi negra me enseño a querer sin esperar nada a cambio y cuando se fue, de verdad quise olvidarla-, guardo silencio y cruzo los brazos, después de pensarlo un momento, levanto la vista y dijo en un suspiro -pero no pude, es difícil empacar toda nuestra historia, ¿saben? sobra tanto amor…..

El sacerdote a quien seguramente Dios le estaba dando una fuerte enseñanza, miraba sorprendido lo que había propiciado sin proponérselo, había pasado casi una hora desde que comenzó su homilía, -he hablado muchas veces de la parábola del hijo prodigo, pero nunca había reflexionado sobre ella de este modo- nos confeso profundamente conmovido de los comentarios de esta gente sencilla en donde Dios ponía sorprendentes reflexiones. 

La familia es tu origen, tu causa, tu principio y tu fin, cualquier cosa en lo que te conviertas girara alrededor de sus enseñanzas buenas o malas, el hijo prodigo regreso a su casa porque necesitaba a su familia y esta a él, formaron un lazo que no podía ser destruido por el tiempo, la distancia o el olvido… Ojala pueda ser así en todas las familias....



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