lunes, 7 de julio de 2014

Regresando a casa...


La semana pasada  un ex compañero interno, a quien acompañe durante sus últimos 6 años, -estuvo 12 años aquí en el centro de reinserción social-, finalmente después de varios meses de haber salido  le dieron autorización para pasar como visita.

Mi ex compañero entro y después de saludar y platicar de cosas triviales y cotidianas con todos, me busco, habíamos establecido una solida amistad basada en las confidencias cotidianas y en verdad se gano mi aprecio y admiración, me parece que es una clara muestra de un proceso de conversión espiritual y de readaptación social.

Les platico estimados lectores,  una de las cosas que más genera inquietud e ilusión entre quienes somos internos penitenciarios durante muchos años, es ¿cómo serán las primeras horas en libertad?, ¿Que harás?, ¿a dónde iras primero?, ¿con quién quisieras estar? O a ¿quién visitarías o le llamarías para decirle?

Así que después de las formalidades y sentados ante una taza de café, no pude evitar preguntarle, -Cuéntame “Nacho”, ¿Cómo te fue en tus primeros días?-, habían pasado siete meses desde que había cruzado la puerta de este centro penitenciario, con rumbo hacia la libertad, así que mi buen amigo, sorbió su café, dio un largo suspiro, entrecerró los ojos y comenzó a narrar, disfrutando cada recuerdo y saboreando cada palabra.

-Recordara mi buen “Psicólogo” que salí libre como a las 11 de la mañana, después de cumplir la totalidad de mi condena, 10 años 6 meses y esa mañana, ni un día menos, pague mi deuda con la sociedad, me entregaron mi boleta de salida y camine de regreso el pasillo de entrada, pasando cada reja, intentando despojarme de todas las culpas, resentimientos y temores que pude haber acumulado durante estos años-.

-Al salir me esperaba mi esposa, la vi a lo lejos y me pareció tan distinta, durante todos estos años en los que se mantuvo leal y fiel a pesar de mis errores, siempre era yo quien la esperaba que apareciera por la puerta de acceso a la rampa e iluminara el día con su sonrisa, ahora, era ella quien aguardaba verme salir, cuando me vio no espero mas y corrió hacia mí, brinco y cruzo sus piernas en mi cintura y se abrazo a mi cuello, así estuvo un buen rato, no podíamos dejar de llorar, el abrazo era tan distinto, el abrazo de la libertad no se parece a ningún otro que haya dado antes.

-También estaban mis dos hermanos, mirándonos conmovidos, cada quien a su manera hizo que estos años fueran más llevaderos y vieron por mi familia en este tiempo que estuve ausente y me dieron la certeza de su afecto y cariño. Quien ya no pudo estar fue mi “viejita santa”, como recordaras, falleció hace dos años, pero estoy seguro que desde el cielo estuvo en el largo abrazo que me di con mis hermanos y nos abrazo a todos-.

-Salimos de aquí y comenzó el largo recorrido por una ciudad que ya era desconocida para mi, ¿te imaginas “Psicólogo”, cómo ha cambiado después de diez años?-, como un sano ejercicio de salud mental, preferí no hacerlo y mejor cambie el tema y le pedí que continuara. –Ya en el coche me preguntaron que quería hacer y cuando vi la hora, recordé aquel viejo sueño tuyo del que me platicabas y les pedi que fuéramos a la escuela de mis hijos a darles la sorpresa, llegamos a la secundaria donde estudian los dos y aun estaban en clase, hablamos con la directora del plantel, le explicamos y en un hermoso gesto nos permitió pasar hasta los salones, llegue, toque a la puerta donde estaba mi niña y el maestro me permito pasar, me pare junto a la puerta y al verme, no sabía si llorar o reír, empezó a caminar despacito hacia mí y luego corrió hasta mis brazos abiertos, recordaba la misma escena diez años antes cuando la recogía en el kínder, aquella nenita que deje, ahora estaba convertida en toda una señorita.-

-Con mi muchacho, paso algo similar, me abrazo e intentaba no llorar para que sus amigos no lo burlaran, pero finalmente no pudo mas, el ver a su mama y a su hermana hacerlo lo rompió-.

Escuchar a “Nacho”, narrando con tanta fidelidad y emoción sus primeras horas en libertad y sus primeros encuentros, me llenaron de nostalgia, me hablo de los reencuentros con tíos, primos y demás amigos, conforme fueron pasando los siguientes días, algunos me sacaban sonoras carcajadas y otros me conmovían hasta las lágrimas.

Sin embargo había uno que me intrigaba en particular y que era del que habíamos hablado varias veces, el me pregunto en alguna ocasión – ¿”Psicólogo”, como crees que sea mi reencuentro con Dios cuando esté en libertad?, ¿Qué le diré?-, así que sin más le pregunte, -¿“Nacho” y que paso con el reencuentro con Dios?-

Su respuesta me dejo tan sorprendido, que será un excelente pretexto para encontrarnos de nuevo en este espacio y platicárselos…hasta entonces…

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