miércoles, 28 de mayo de 2014

Un cumpleaños penitenciario


Cumplir años generalmente siempre es una satisfacción, a lo largo de nuestras vida hay años muy buenos en los que la sucesión de hechos positivos es asombroso, también tenemos años muy malos cuando las cosas no resultan como pensábamos, o peor aún, cuando salieron exactamente opuestas a como las habíamos planeado. Al final cada año que vamos viviendo es un cumulo de experiencias y nuevos conocimientos, algunos buenos y otros no tanto, pero es la forma como aprovechamos esos conocimientos lo que nos van convirtiendo en personas sensatas y maduras o en personas amargadas y molestas con la vida.

Festejar un cumpleaños en el centro de reinserción social es un buen ejemplo de lo anterior, por un lado podría parecer una burla a tu persona, ¿Qué festejas?, ¿ver cómo te haces más viejo encerrado? o ¿Sentir como van pasando los mejores años de tu vida en prisión? Aunque por el otro lado, es hacerle un homenaje a tu edad, porque puedes evaluar las cosas que has vivido durante el año transcurrido, dándoles su justo valor, apreciando las cosas buenas que pasaron y asumiendo las responsabilidades de las cosas malas y de los errores que cometiste durante estos doce meses. En cualquiera de las dos habrá grandes aprendizajes para adquirir.

Hace unos días, celebramos el cumpleaños de dos personas con los que formo el coro de la misa dominical, “Paco” y “Manuelito”, ellos tienen varios años en el centro de reinserción social y aun les falta purgar un poco más de la mitad de la sentencia que tienen que cumplir por el delito que cometieron.

“Paco” es un hombre de 45 años, está aquí por un complicado problema de evasión fiscal, de la que supongo él fue el chivo expiatorio, casi no habla del tema y su actitud es la de quien cumple su sentencia resignado, siente que la merece por tan ser confiado y tonto para dejarse convencer de participar en un delito. Eso lo ha vuelto una persona muy desconfiada y un poco huraña, su familia no vive en esta ciudad y recibe visita muy pocas veces, el dice que es completamente ateo y participa en el coro y en la misa dominical porque le gusta cantar y tocar la guitarra.

Manuelito es del interior del estado y cumplió 48 años, viene por homicidio, un caso más de lo que el alcohol ha hecho en nuestras comunidades, completamente borracho, un pleito de cantina se convirtió en una tragedia, tiene una sentencia de 34 años, de los que ya cumplió 11, es un hombre de mucha fe, inculcada a través de su familia que no lo abandona y lo visita con mucha frecuencia, tiene una voz privilegiada y la usa con mucha devoción.

Cuando estás en esta situación, en la que normalmente por el tiempo que ha pasado ya te habrás acostumbrado a este lugar, pero que además sabes que aun estarás mucho tiempo en el, solo queda vivir cada día con mucha intensidad o dejar que el desanimo y la amargura te consuman.

Su familia de “Manuelito”, le había traído un pastel y después de nuestro ensayo se acerco y me dijo –Psicólogo, es mi cumpleaños y quiero compartir mi pastel con ustedes- Le pedí si podíamos incluir a Paco en su celebración porque cumplió años un día antes y a diferencia de él, paso desapercibido, se quedo pensando y mirándome con cara de desacuerdo, me sentí como maestro de preescolar, cuando un niño no quiere hacer algo, “-Manuelito” tenemos que aprender a compartir no solo nuestras cosas sino también nuestras emociones y buenas noticias, deja que lo celebremos contigo- le dije con paciencia y la mejor voz persuasiva que tenia, -está bien, pero solo yo voy a soplar las “velitas”- dijo como condición en esta negociación, asentí con la cabeza y me devolvió una sonrisa de complacencia y aceptación.

Todos los integrantes del coro se reunieron alrededor de una mesa en la que estaba un bonito pastel decorado en verde y rosado, que tenía muchas “velitas”, y que decía “felicidades, no pierdas la fe”. Después de explicar la razón del pastel y de cantar las mañanitas, les pedimos que cada uno pidiera un deseo antes de apagar las “velitas”.

“Paco”, ¿pregunto, -a Dios se lo tengo que pedir?-, nadie le contesto y continuo, -bueno, siempre he sido un hombre previsor y que tal que si exista. Dios te quiero pedir por la salud de mi familia, por mis hijos que nunca les falte un buen consejo y porque me des la capacidad de entender tu amor, aun este lugar-. Lo dijo desde el fondo de su corazón, levanto la vista y se encontró con muchos rostros de satisfacción y sonrisas esperanzadoras.

“Manuelito” tomo la palabra, miraba fijamente la frase escrita en el pastel, sonrió, cerró los ojos y dijo con voz quedita, -yo le doy gracias a Dios, quien quiera que sea y donde quiera que este, porque yo lo siento en mi corazón y lo entiendo como un padre bueno. Le doy gracias por permitirme un año más de vida, porque aunque me ha costado creer, hoy he entendido que me ha destinado para este lugar y estoy en sus planes y quiere algo de mí. Abrió los ojos, miro con una sonrisa a “Paco”, y le dijo ¿apagamos las “velitas” juntos?...

 Recuerda que el libro "El Camino Que Va De Regreso III - Reflexiones penitenciarias" esta en proceso y puedes ser parte del proyecto. Conoce más dando clic aquí

No hay comentarios.:

Publicar un comentario