viernes, 16 de mayo de 2014

Enseñanzas de la amistad


2014 es nuestro décimo primer año en el centro de readaptación social, ha sido un año muy singular en lo que a visitas se refiere para un servidor, muy abundante, enriquecedor y reflexivo; me da gusto ser el punto de coincidencia para amigos que en la calle no habían tenido la oportunidad de verse, observar sus reencuentros llenos de cotidianeidad, de familiaridad y de vida… enriquece el alma.

Generacionalmente llegamos a los 40 años, algunos más, otros menos, pero todos estamos alrededor de ellos. Así que muchas de las platicas versaron sobre la famosa crisis, si la de los 40, que no es otra cosa que la evaluación por un lado de los logros que obtuvimos, los bienes que acumulamos, las personas con las que decidimos compartir nuestras vida y por el otro las cosas que quisimos pero no hemos podido lograr, la suma de los fracasos y el numero de tropiezos acumulados hasta ahora; algunos sueños realizados, otros perdidos, algunos más aun deseados…, por lo general del resultado que obtengamos de este balance, dependerá la actitud que tengamos ante la vida.

La crisis de los cuarenta es sobre todo un circulo que se cierra, porque cuando éramos “chicos”, pensábamos y soñábamos lo que queríamos ser y hacer cuando fuéramos “grandes” y de pronto descubrimos que ya nos hemos hecho “grandes”, así que la evaluación de nuestras aspiraciones y proyectos no se puede posponer mas, hoy más que nunca nos llena de nostalgia los reencuentros, hace como 25 años que egresamos de la secundaria y de pronto la reunión escolar se vuelve más importante que en otras ocasiones, es como esta necesidad de evaluar nuestras vidas comparándolas con las de los demás, pero mirándolas con la inocencia y entusiasmo de la infancia.

Evaluamos sobre los cuatro aspectos en los que me parece, basamos nuestro concepto de prosperidad y éxito en este momento de nuestras vidas: la consolidación profesional, la acumulación de bienes materiales, los matrimonios estables y los hijos exitosos.

Sin embargo también existe un patrimonio que vamos formando y que muchas veces no le damos ni la importancia ni el valor que cobra, principalmente en los momentos difíciles de la vida, en esos momento en los que se necesita del apoyo solidario, leal y afectuoso de quien está contigo no por tu éxito y prosperidad en la vida, si no porque para él, simplemente eres importante; me refiero a los amigos, los que con los años van y vienen, se reinventan, se transforman, pero al final siempre son amigos y siempre están cuando se les necesita, ¿ya sabes de quienes hablo?...

Durante estos años difíciles hay tres frases que han cambiado mi manera de ver la vida y fueron expresadas por amigos maravillosos que me han mostrado su valía y fidelidad, y que, si me permiten, quisiera compartirles…

Hace como tres años, estaba trabajando con unos alumnos del programa de alfabetización para adultos que se realiza en el Cereso, cuando escuche que alguien me hablaba con el apodo con el que se me conocía en la secundaria, -“Chato” ¿te acuerdas de mí?- al voltear me quede sorprendido, -¿Ramón? Pregunte extrañado -¡era la única persona con la que me había peleado a golpes en la vida!, ahí estaba parado frente a mí, en el lugar menos probable para un reencuentro. Un accidente de tránsito lo había traído por estos lares.

Pasada la sorpresa y en lo que esperaba que se pagara su fianza para poder salir, nos sentamos alrededor de un café para platicar nuestros tiempos de adolescentes, recordando anécdotas que nos producían esa risa fresca y espontanea que te da el traer de nuevo al presente cosas hermosas del pasado y es que después de nuestro encuentro pugilístico no nos habíamos vuelto ni a dirigir la palabra.

Antes de irse me dijo: -Mirando la vida retrospectivamente muchas de las cosas que nos parecieron muy graves en su momento, hoy se minimizan, y estoy convencido de que en la vida lo importante es sumar afectos y no rencores, finalmente mientras más afectos más calidad de vida, ¿no lo crees tú?- y se sonrió, habíamos recuperado a un buen amigo.

Desde que ingrese a este Centro de Readaptación Social, ella había estado pendiente de mí, con visitas que cada vez se fueron espaciando mas, tenía 39 años y tuve la oportunidad de verla, antes de que perdiera la batalla contra el cáncer. La recuerdo delgada, cansada y ya desgastada por los tratamientos, el rostro pálido y los ojos hundidos, tenía una pañoleta amarilla que le cubría la cabeza ya sin pelo, pero con una sonrisa increíble que sería capaz de iluminar cualquier obscuridad, Cuando se despedía de nuestro último encuentro, me tomo del rostro con sus dos manos y lo acerco al suyo lo mas que pudo y me dijo despacio y susurrando -¿Te digo un secreto?, la fe es la anestesia mas poderosa para calmar las penas de la vida, por favor prométeme que pase lo que pase no vas a dejar de tener fe… ¿lo prometes?- Asentí con la cabeza, mientras una gruesa lagrima escurría por mi ojo y recorría toda mi mejilla, sabía que esta sería la última vez que la vería con vida, me dio un beso en la frente, se dio la vuelta y se alejo… meses después supe que se nos había adelantado, pero desde donde quiera que estés, chinita, cada día me levanto pensando en nuestra promesa.

Hace unos días recibí una carta de una amiga a la que hace muchos años no veo, en ella refrenda nuestra amistad, pero sobre todo expresa algo que me invito a pensar en la idea no de personas que cometen errores que tienen que ser castigados por las leyes de los hombres sino más bien de personas q llegaron a un punto medio, al momento de detenerse, mirar alrededor, respirar profundamente, y ver hacia donde quieren ir, han llegado no al fondo como dicen muchos, han llegado a la parte central de sus vidas, tienen la fortuna de estar en el momento de decidir como la continuaran, dentro de este mundo hermoso, ilógico a veces pero en el que nos toco vivir, al final de su carta cerraba con un concepto de vida muy hermoso… amigo vive intensamente pero siempre creyendo en el ser humano, potencia de todo, de lo grande y pequeño, de lo correcto e incorrecto, de lo bueno y malo. Las circunstancias son quienes muchas veces determinan nuestro camino, cada quien la vive según las entiende, asumiendo sus consecuencias y sin ninguna garantía de que siempre serán las mejores

Es así que a lo largo de estos años, los amigos han dejado sin proponérselo enseñanzas que ayudan en este cotidiano y continuo andar. Es a ellos, a los que reencontramos y recuperamos después de muchos años, a los que siempre han estado con nosotros, a los que ya se nos han adelantado y que hoy honramos su memoria y también a los que alguna vez fueron pero han decidido no estar, son a ellos en los que en esta evaluación patrimonial de la crisis de los cuarenta, aprovecho para decirles amigos: suma afectos y resta rencores; la fe es la mejor anestesia de las penas de la vida, promete que nunca la dejaras de tener y vive sin dejar de creer en el ser humano.

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