martes, 17 de junio de 2014

Paternidad penitenciaria

En la vida hay emociones que no tienen referencias lógicas, en las que las palabras no alcanzan para describirlas ni hay razones suficientes para comprenderlas.  

 Sin duda una de estas es la paternidad; ser papa es una experiencia transformadora y vivificante. Quienes tienen la dicha de serlo descubren que con cada hijo hay una oportunidad de crear personas mágicas, capaces de transformar las cosas.

Como en otras ocasiones, el Centro de reinserción social, paradójicamente, se vuelve el lugar donde a partir de las experiencias y anécdotas que observas descubres, ademas que la paternidad es un lazo tan fuerte, que soporta el tiempo, la distancia y las circunstancias adversas.

A lo largo de todos estos años en los que he vivido aquí, he trabajado con muchos internos de todos tipos, llegando a la conclusión de dos cosas. La primera es que el motor de cambio, la única motivación genuina y real para que una persona cambie y se rehabilite es el amor a sus hijos, hombres que dejan el alcohol o las drogas, que tristemente en el mas de los casos es lo que los trajo hasta aquí, por la ilusión de ser mejores para sus hijos o que se vuelven más espirituales y religiosos con el afán de encontrar la forma de ser buenas personas y que sus hijos se sientan orgullosos de ellos.
 
 Hombres que a lo largo de la semana urden una hamaca o hacen alguna artesanía porque necesitan enviar dinero a su casa, porque sus hijos lo necesitan, o aun mas que estudian la primaria, secundaria o preparatoria, para poder ayudar a sus hijos en las tareas de la escuela, ves cosas sorprendentes motivadas por una sola cosa…El amor que se le profesa a los hijos.
 La segunda cosa que he descubierto es que no existe un amor mas desinteresado y gratuito que el que se le tiene a los hijos, porque sin importar si es correspondido o no, este aun permanece, muchos también se van transformando solo con la ilusión y la fe de que algún día los volverán a ver, a diferencia de los que tienen la dicha de verlos con regularidad, estos viven de la esperanza y de los recuerdos, sin embargo resulta suficiente para lograr en ellos cambios significativos en su comportamiento y en sus acciones, así es la fuerza del amor a los hijos. Les comparto esta historia:

-¿Porque esta tan inquieto el “tigre”- pregunto el “papa oso”, nuestro vigilante mas apreciado. -Hoy le traerán desde Tizimin a su hijo; nació hace tres semanas y finalmente lo va a conocer- contesto “palmita”, su compañero de celda y quien le tiene un afecto paternal. 

Hace como seis meses el “tigre” se entero que su pareja estaba embarazada y empezó a obrar en el un proceso de composición de valores y principios de vida, lo que antes criticaba y burlaba como platicas sin sentido, refiriéndose a las sesiones de terapia grupal, hoy le parecen interesantes, participa y opina dando sus puntos de vista. 

La semana pasada se toco el tema de la paternidad y el ejemplo de vida; al final de la sesión había una conclusión que por supuesto era la mas lógica: se refería al hecho mismo de nuestra condición. ¿Que ejemplo le damos a nuestros hijos estando presos?. 

La reflexión de cierre la hizo precisamente el “tigre” con su acento jarocho y campirano 

-Todos aquellos padres que cometemos errores y nos arrepentimos sinceramente, tenemos el derecho de mirar a los ojos a nuestros hijos y decirles: M’ijo que bueno que existes, porque tu eres la la oportunidad que me da Dios de recomponer la vida y avanzar por el camino correcto-. 

Y ahí estábamos el domingo esperando llenos de expectación, la entrada de esta esperanza de construir una vida y recomponer otra -miren a mi niño- decía el “tigre “ con lagrimas en los ojos. 

-Sus ojos, sus manitas...¡se esta riendo conmigo!- Un bebe de tres semanas de nacido a quien de forma imprudente, desde el punto de vista pediátrico, habían traído a la penitenciaria, le estaba cambiando la vida a un hombre que en el pasado cometió errores, pero que hoy tenia una razón para cambiar y ser una mejor persona; mas allá de cualquier convencionalismo social, la escena era conmovedora, así que poco a poco fuimos dejando a la feliz familia, cada quien a regocijarse con los recuerdos y emociones que nos provocaban. 

Reflexionando un poco, la paternidad en prisión se vuelve el ejercicio permanente de dar lo mejor de uno, durante el tiempo que estas con tus hijos, esto para los que tienen la dicha de verlos habitualmente, para lo que no, los hijos son el constante recuerdo de los momentos gratos, sus risas, sus palabras, sus olores, sus gestos y sus rostros se vuelven el impulso que te levanta en los momentos de mas desanimo, porque cuando sientes que la nostalgia te esta abrumando, ver fotos, de esas que hablan por si mismas, cerrar los ojos y transportarte a los tiempos felices, te dan la convicción de que un día podrás abrazarlos de nuevo y expresarles todo lo que te contuviste durante su ausencia. 

Así las cosas, por un lado ser padre te da la oportunidad de cambiar y mejorar tu vida y por el otro te da la fuerza para siempre dar lo mejor de ti y nunca decaer, llevado siempre por la idea de que al final de cada día contribuimos a crear seres mágicos, capaces de transformar las cosas. 

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