lunes, 9 de junio de 2014

Buscando la luz de la esperanza

-¡Psicólogo, “la chaparrita” no quiere lavar sus chancletas!– fue la acusación del "tío Garci"; lentamente, me dirigí hasta donde estaban mis compañeros del centro de reinserción social -¿qué pasa chaparrita? Te recuerdo que hoy es día de visita y hay que estar lo mas presentable que se pueda-, le dije con la voz mas persuasiva que tenia, finalmente hablaba con alguien acusado de homicidio y bueno, pues, como la vida no retoña, las precauciones nunca están de más, -para que voy a estar presentable, además así están bien mis chancletas, contesto lacónico- la experiencia me ha enseñado que la imagen que proyectas es el resultado de cómo te sientes -pero míralas están muy sucias- le insistí guardando mi distancia -están como tienen que estar- respondió sin mirarme. 

No había forma, la esencia de este hombre estaba completamente apagada, lo que menos le importaba era su presentación, -psicólogo me duele el corazón- decía con los ojos fijos en la mugre de sus pies y tocándose el pecho, -hay tantas cosas que no entiendo-. 

Tenia como tres semanas de haber llegado, acusado de matar a un compañero de batida mientras cazaban venado en algún monte del estado; si te fijabas bien “la chaparrita” era la milpa y la casa de paja, el pozole nuevo y la tortilla de mano, la barriga abultada y la cabeza grande, era la ingenuidad y la inocencia campirana, era Yucatán por los cuatro costados no el del folklore barato y facilon para turistas, sino el otro, el de verdad, la leyenda oliendo a humo de catzin, los ojos obscuros y el sudor de macho de toda la vida, la memoria dramática de un pueblo que mira con nostalgia sus pasado y que vive con la esperanza de volver a sus orígenes.

-Ya le explique al juez que fue culpa del difunto de Candido, se quedo atrás y cuando voltee estaba seguro que era un venado, ¡caray! como voy a matarlo si crecimos juntos, si era mi amig… - ya no pudo mas el llanto ahogo sus palabras y las lagrimas lo arrasaron; me hubiera gustado acercarme y ponerle una mano en el hombro, pero me contuve las reglas de este lugar indican que cada quien “lame” sus propias heridas.

-Psicólogo, contéstame ¿qué piensas?- En ese momento tome una decisión a pesar de que la situación era difícil, no había necesidad de decirla, no a quien busca palabras de aliento, -Pues que todo va a salir muy bien “chaparrita” pronto se aclarara el problema y con certeza el juez tomara una decisión objetiva y justa-,-pero mientras tanto- interrumpió el “tío garci” -hay que hacer todo lo posible por mantenernos lo mejor que podamos, porque si no lo hacemos nosotros entonces ¿Quién?, y si no lo hacemos ahora, entonces ¿Cuándo?-,  “la chaparrita" nos miro y muy despacio se levanto sin decir nada y se fue hasta su celda. parecía que finalmente en lo profundo de su origen, había encontrado una luz de esperanza.

A las dos de la tarde comenzó la visita, el sol se amodorraba con el aire frió que venia del poniente, de pronto alguien me toco la espalda, al voltear, ahí estaba a “la chaparrita” con una sonrisa igual a la de un niño ante sus regalos de navidad, enorme e inocente en su rostro oscuro y curtido por el pasado –mira mis ”Chancletas”, están limpiecitas- mientras decía esto las miraba por sobre su enorme barriga, sin mas y rompiendo el protocolo, me acerque y le pase una mano por el hombro, deseando que este hombre común, sin apellido de casta, sin ninguna influencia política, y sin recursos económicos, sea juzgado con la objetividad, el interés y la dignidad que su raza merece. 



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